jueves, 13 de noviembre de 2008

Esta crítica al álbum homónimo de la Mojiganga la hice hace un tiempo

Cinco años pasaron desde la edición de “No estamos solos” y quizás la pregunta más fuerte que rondaba la composición del nuevo compacto de la aplanadora del ska colombiano, tenía que ver con cierta incertidumbre por parte de sus seguidores sobre como sonaría la banda después de la partida de su cantante y amigo Guillo. Si les preguntabas a los chicos ellos te decían: “Suena a Mojiganga”. ¿Pero que cuota de certeza tendrían estas declaraciones?.

La Mojiganga versión 2007 es política, no porque antes no lo fuera sino porque ahora sus letras apuntan más que nunca a transformar la mirada sobre la problemática social (“no hay que marchar, solo pensar para arreglar lo que esta mal”), acabar con los miedos infundidos (“seiscientossesentayseis es la marca de tu estupidez”) o establecer análisis que por el contexto actual –busqueda de paz y convivencia con la violencia- los colombianos no deseen realizar (“no es la paz lo que hay que buscar, tal vez no existe o no se alcanzará”) . También disparan a las ideas que bombardean el estado y los medios, como sucede en “Sangre”, donde Daniel en medio de un desaforado hardcore grita: “una gran nación, gastando dinero en armas para protección”; indagando luego “¿protección de que si todos somos iguales?”.

Esta producción se divide en dos partes. El Lado A es la esencia de la banda que ahora ha sido teñida por una nueva tendencia neo-punk, el Lado B explora facetas del ska-core agresivo que vienen realizando desde su CD anterior, similitudes con canciones como “De corazón”, “Autogestión” o “El canal de la mentira” son altamente palpables en la segunda parte del album.

La primera cara es más romántica, positivista y fiestera. Aparecen instrumentos como el piano –nunca antes utilizado en la banda- en el homenaje que realizan a sus amigos con “Nada es igual”. También la versatilidad de su nuevo cantante les permitió incursionar en el reggae con “He pasado demasiado tiempo en Babilonia” (cita celebre del filosofo contemporáneo Homero Jay Simpson).

Otra de las canciones es una continuación al clásico “Los Radicales” -pero ahora en versión 2.0- que conserva el estribillo de la original y se vuelve una pieza altamente melancólica para los fanáticos de las primeras épocas. La que tiene destino de hit es la "La Paloma", oda a la paz esperanzadora pero no ilusa; una de las canciones más neo-punk del disco –al menos hasta que las trompetas y el saxo ponen su cuota-.

El segundo compacto es un comprimido frenético de ska-core de seis canciones, que apela a despertar la parte más combativa del corazón: la ira, la disconformidad, o el dolor ajeno. “Sangre” es la producción mejor lograda en esta parte, tiene la esencia bien HC marcada –sobre todo en las guitarras- pero utiliza su coro para coquetear un poco con aquel punk sentimental nacido en California. “Vuelve el miedo” ostenta poderosos vientos por parte de Daniel, Mauro y Natalia y ni hablar del sólo de caños de “Bravucón del norte” que remiten a una conocida melodía –que sea sorpresa a cual-.

Se nota que los detalles del arte del disco también fueron minuciosamente cuidados, las dos imágenes de la banda que aparecen remiten a una sola cosa: Mojiganga es sinónimo de explosión, de descarga. Acerca de la pregunta que abría este escrito, hay que destacar que pocas bandas pueden mantener su esencia después de la perdida de una figura tan visible como un cantante. Las relaciones con melodías previas de cualquiera de sus etapas son perceptibles, en síntesis el disco suena como tiene que sonar, a Mojiganga.

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